Bienaventurado aquel que viviendo una vida de unión
con Dios llega al final de la misma y se salva. Yo, Espíritu Divino, os hablo.
No hay mayor desdicha -ni siquiera todas las desdichas
juntas lo son- que cuando un alma en el final de su vida muere de espaldas a Dios,
porque su vida ha sido un desastre, un cúmulo de pecados y en el último
instante, no confiando en la misericordia de Dios no quiere pedir perdón ni
arrepentirse. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.

Por eso, católicos, cristianos, todos, rezad por los
pecadores para que se conviertan, para que Dios los toque con Su gracia y ellos
sean fieles a la misma. Muchos de los pecadores son familiares vuestros,
incluso muchos de los que leéis estos mensajes sois pecadores empedernidos y no
queréis cambiar de vida a pesar de que Yo mismo os doy toques para que lo
hagáis y os proporciono las circunstancias.
Nada hay más doloroso ni más terrible que perderse eternamente, porque el Infierno no
tiene final, es eterno y de allí ya no se puede salir. No así el Purgatorio que
si se sale y se puede recibir alivio con sufragios y sacrificios, y sobre todo,
ofreciendo por los difuntos la Santa Misa, pero los que se condenan y lo hacen
por su propia voluntad, ya no tendrá fin su desdicha, ¡que dolor tan grande
para la Santísima Trinidad! ver que la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios
no les valió para nada a tantas almas. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hijos de Dios, también os hablo en vuestro interior cantidad
de veces y hacéis oídos sordos, aparte de que el Maligno os mete la cizaña del
mal, de la lógica tan ilógica, del engaño o del error. No oigáis su voz, sed
como la Santa Virgen y el bienaventurado San José eran, obedientes a la voz de
Dios y diligentes para cumplir en todo momento Su voluntad. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo.
La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros.
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