Hijos Míos, Me alegra sobremanera ver como cuando llega el día de los difuntos os volcáis
en ellos y les ofrecéis Misas, Rosarios, lleváis flores a sus tumbas y los
tenéis en vuestro recuerdo. Eso también les alegra mucho a ellos al ver que sus
seres queridos no los olvidan. Yo, Jesús, os hablo.
Pero
hijos, no esperéis a que llegue el día de los difuntos para ofrecerles
sufragios, porque ellos están muy necesitados de vuestras oraciones y
esperan de
vosotros que se las ofrezcáis. A veces soñáis con ellos y es porque os
reclaman
para que les recéis. Tenedles misericordia ya que ellos no pueden
adquirir por sí mismos ningún mérito, pero vosotros que aún estáis en
este mundo, les podéis
ayudar con la Santa Misa y demás oraciones que tanto les alivian en sus
tormentos. Yo, Jesús, os
hablo.
Y si creéis
que vuestros seres queridos ya difuntos están en la otra vida y no han sido
vueltos a la nada ¿cómo es que entonces vivís como si no existiera un Más Allá
al que todos iréis? Debéis vivir más consecuentes con las verdades de vuestra
fe, porque si creéis una cosa pero luego no la ponéis en práctica, es como el
que tiene pan y pasa hambre. Haced méritos para que cuando abandonéis esta vida
tengáis el menor Purgatorio posible, porque el Purgatorio es más duro de lo que
suponéis y podéis evitar mucho tiempo en él con las indulgencias y con obras
de misericordia y viviendo una vida en estado de gracia. Yo, Jesús, os hablo.
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