El Nuevo Orden Mundial no podía imponer la agenda LGTB para
deconstruir la familia solo con leyes. Primero tenía que preparar a la
sociedad para que ésta tragara tan indigesta sarta de mentiras. Y nada
mejor que la tele para adormecerla.
Ya sabes, querido actualler, que “la tele es el soma de ‘Un mundo
feliz’”, como decía Neil Postman, autor de un famoso libro sobre el
‘infotainment’ televisivo, ‘Divertirse hasta morir’. La tesis es que el espectáculo prima sobre la verdad, y la batalla por la audiencia prima sobre la realidad.
Nada es verdad ni es mentira… todo es circo. Y el circo tiene que
ofrecer constantemente el más difícil todavía, a fin de enganchar a una
audiencia amodorrada y acrítica.
Pues bien, eso es exactamente lo que ha hecho el Nuevo Orden Mundial,
con la Ideología de Género. Antes que introducir leyes de matrimonio
homosexual o los famosos delitos de opinión, ha logrado que la parrilla
se llene de contenidos y personajes LGTB. Lo primero es el share, que
luego ya vendrá el BOE.
El caso español es de libro. La primera serie en la que aparece un
personaje LGTB es ‘Aquí no hay quien viva’ (Antena 3), en 2003, justo un
año antes que el PSOE de Zapatero incluyese el matrimonio homosexual en
su programa electoral. Y una de las primeras cosas que éste hizo nada
más llegar al poder fue aprobar esa ley.
La invasión LGTB de la pequeña pantalla discurría paralela a la
ingeniería social de los Gobiernos… hasta llegar a nuestros días, en los
que el 30% de los contenidos televisivos son gay-friendly.
Lo que series (españolas y americanas, como la popular Modern Family),
realities, sit-com y concursos transmiten es un modelo muy concreto de
relaciones. La familia de toda la vida, monógama y estable, ha sido
sustituida por la promiscuidad, la trivialización del sexo, y las
uniones monoparentales.
Lo malo es que sólo existe lo que sale por la tele y eso es palabra
de Dios para las jóvenes generaciones acríticas y ágrafas -previamente
desactivadas intelectualmente por las leyes educativas-.
Según un estudio realizado el año pasado en el Reino Unido los niños
en Europa pasan una media de 2 horas diarias consumiendo tele (y otras 3
más viendo internet -es decir, la tele por otros medios). Y, como suele
repetir la publicidad “somos lo que vemos”.
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