24 de Septiembre del 2017
Mensaje Público
Nuevamente
veo una gran llama que he llegado a reconocer como el Corazón de Dios
Padre. Dice: “Yo soy el Eterno Ahora, el Creador del tiempo y
espacio. Desde toda la eternidad, Yo he diseñado estación tras
estación. Yo he presenciado cuando las guerras comenzaron y
terminaron. Yo he observado cada vida tomando forma en el vientre
materno. Yo he visto lleno de tristeza cómo el hombre se hizo
indiferente a Mis mandamientos. Han llegado a Mí almas que estuvieron
preparadas y muchas más que no.”
“La
indiferencia de la humanidad hacia lo que está bien y lo que está mal a
Mi vista es lo que la aleja del camino de la salvación. Yo hablo en
este lugar para despertar en el hombre la responsabilidad de conocerme,
amarme y agradarme. Nadie es juzgado conforme a los estándares morales
más populares, sino conforme a Mis mandamientos. Por lo tanto, no
busquen complacer al hombre, sino que, ante todo, busquen agradarme a
Mí.”
“En el mundo de hoy, ustedes están
sufriendo huracanes y terremotos devastadores. Antes de que el tiempo
comenzara, Yo sabía de la devastación de esta era. Ninguno de estos
acontecimientos es importante si no los acerca más a Mí. Yo quiero que
ustedes acudan a Mí en sus necesidades. No hacerlo hace más grande el
abismo entre nosotros.”
“Yo sigo siendo uno
con los Corazones Unidos de Jesús y María. Cada uno de Nosotros los
llama a la santidad de los Aposentos de los Corazones Unidos. Acaten lo
que he venido a decirles hoy.”
Lean Levítico 25:18
Observen
mis preceptos y cumplan fielmente mis leyes; así vivirán seguros en
esta tierra. La tierra dará sus frutos, ustedes comerán hasta quedar
saciados y vivirán seguros en ella.
Efesios 4:4-7
Hay
un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a
la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida.
Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y
Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la
medida que Cristo los ha distribuido.
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