Hijos benditos de Dios, muchos de vosotros lleváis un
sufrimiento inmenso por la situación de la Iglesia, de la Patria y de la
sociedad en sí, y Yo os digo, que ese sufrimiento que os produce el que haya tanto
desorden, discordia y tanto caos, no se pierde a los ojos de Dios y Él lo coge
y lo aplica a colectivos y almas que están a punto de perderse eternamente. Yo,
Espíritu de Dios, os hablo.
En todos los siglos Dios ha escogido a personas que
padeciendo por los desórdenes de la sociedad y de la Patria ha aplicado sus
sufrimientos a la misma, y aunque ellas no lo sepan, sus lágrimas y sinsabores
sirvieron mucho en los planes divinos porque sufrieron de corazón, sin interés
alguno por ellas mismas y con el deseo inmenso de ayudar a las situaciones caóticas
que vivieron o que viven. Ello es
gracia que Dios os da y sois almas escogidas para ayudar al bienestar y a la
paz de la sociedad y de la Patria. No os quejéis con palabras soeces ni
juzguéis a nadie, simplemente sufrid en silencio ante la mirada divina y ofreced
toda la angustia que estos desórdenes os producen. Yo, Espíritu de Dios, os
hablo.
Invocad mucho a la Santísima Virgen, Capitana y
Victoriosa en muchas batallas. Sed fervientes devotos de Ella y ofrecedle
novenas, Rosarios y sacrificios. Ella es la administradora del Cielo y todo se
lo presenta a Dios con Sus inmaculadas
manos, y Dios lo aplica a las necesidades más urgentes que existan en esos desórdenes.
Hijos, no os desaniméis, el sufrimiento es moneda de gran valor y es tan
necesario para las almas como la oración, por tanto, sed generosos y ofrecedlo
a Dios, no lo evadáis, no reneguéis de él
cuándo os venga, simplemente aceptadlo y ofrecedlo a Dios por el bien de la Humanidad
entera. Y si esto os lo digo a vosotros los seglares, mucho más os lo hago
saber a los sacerdotes porque vuestro poder ante Dios en el Cielo es inmenso si
sabéis ser en esta vida otros “cristos” que acepten la cruz, la persecución y
todo aquello por lo que sois atacados. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
El Cielo entero, Ángeles y bienaventurados están con vosotros, con todos aquellos que sufrís por los desórdenes, la apostasía, la idolatría y todo lo que no son cosas de Dios, porque hoy el poder y el dinero han reemplazado a Dios y así os va. Hijos, no pongáis vuestro corazón en cosas caducas y terrenales, que vuestra mirada sea hacia arriba, hacia las cosas celestiales y vuestras obras sean consecuentes con Dios y todo Su Magisterio y Evangelio. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os informo.
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