10 de Mayo del 2018
Mensaje Público
Nuevamente veo una gran llama que he llegado a reconocer como el
Corazón de Dios Padre. Dice: “Yo soy el Padre de todas las
eras. Piensen en los efectos de un mundo que nunca ha tenido ninguna
intervención celestial. Hoy no existiría. Hace mucho que Mi Ira lo
hubiera destruido. La sociedad no tendría Mis mandamientos. La
población del mundo no me conocería ni me amaría.”
“Pero, en verdad, la humanidad ha recibido oportunidad tras
oportunidad para corregir sus hábitos erróneos y para restablecer su
manera de vivir para agradarme a Mí. Algunos ven Mis esfuerzos como
castigo. Ellos no me conocen ni me entienden. Otros responden bien a
Mi gracia y corrigen su comportamiento. Yo sigo intentando captar la
atención del hombre. Recen pidiendo la gracia para que se les muestren
sus errores y respondan a Mi corrección.
Lean Jonás 3:1-10
La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en
estos términos: “Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y
anúnciale el mensaje que yo te indicaré”. Jonás partió para Nínive,
conforme a la palabra del Señor. Nínive era una ciudad enormemente
grande: se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás comenzó a
internarse en la ciudad y caminó durante todo un día,
proclamando: “Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”. Los
ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa
de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. Cuando la
noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su trono, se quitó su
vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre
ceniza. Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: “Por
decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el
ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban
agua; vístanse con ropa de penitencia hombres y animales; clamen a
Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno de su mala conducta y
de la violencia que hay en sus manos. Tal vez Dios se vuelva atrás y se
arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no
perezcamos”. Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse
de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había
hecho y no las cumplió.
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