4 de Diciembre del 2018
Mensaje Público
Nuevamente veo una gran llama que he llegado a reconocer como el
Corazón de Dios Padre. Dice: “Hijos, por favor dense cuenta de que el
mal alienta el mal uso de todo lo que Yo le he dado al mundo. No hablo
solamente de la vida en el vientre materno, la cual es destruida y
desbaratada para fines ilícitos. Me refiero a cada situación en la que
los bienes del mundo se negocian para alentar el mal.”
“El culto satánico se está presentando como una ‘religión’ y, por
ende, está exigiendo empleos en el sector público, haciéndose más
visible a las personas. Décadas atrás, esto nunca se hubiera tolerado,
ni siquiera hubiera sido considerado como una posibilidad. A este grado
se han comprometido las conciencias en la realidad de la
verdad. Satanás no se detiene en utilizar la semántica a su favor.”
“Hijos, no acepten sumariamente lo que se toma como
rutina. Protejan sus normas cristianas. Satanás las ataca haciéndolas
parecer anticuadas. Así es como la moral cambia y se degenera. Sean un
signo para el mundo de que ustedes me pertenecen a Mí. Su reputación
en el mundo tiene que ser un reflejo de Mi amor por ustedes y de su amor
por Mí.”
Lean 2ª Timoteo 2:21-22, 24-26
Si alguien se mantiene libre de esos errores será como un
recipiente noble y santificado, que presta utilidad a su dueño para toda
clase de obras buenas. No cedas a los impulsos propios de la juventud y
busca la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con todos los que
invocan al Señor con un corazón puro… El que sirve al Señor no debe
tomar parte en querellas. Por el contrario, tiene que ser amable con
todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas. Debe reprender con
dulzura a los adversarios, teniendo en cuenta que Dios puede concederles
la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos
reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos
al servicio de su voluntad.
2ª Timoteo 4:1-5
Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de
juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de
su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella,
arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de
enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más
la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se
procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se
apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en cambio,
vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como
predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio.
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