La Paz del Altísimo esté con todos vosotros, Pueblo de Dios. ¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!
Simiente de mi Padre, no os apartéis ni un solo instante de Dios, porque el enemigo de vuestra alma anda como león rugiente, buscando a quien devorar. Las batallas espirituales en vuestra mente, cada día serán más fuertes; protegeros con vuestra Armadura Espiritual y a todo instante invocad el Poder de la Sangre del Divino Cordero de Dios; invocad también a Nuestra Señora y Reina, a nuestro Amado Príncipe Miguel, a las Almas Bienaventuradas y también a nosotros los Arcángeles y Ángeles de la Milicia Celestial; gustosos vendremos a defenderos de los ataques y dardos incendiarios del maligno que buscan robaros la paz y si os descuidáis vuestra alma.
Yo, Miguel, vuestro Príncipe, me encuentro ya en medio de vosotros; llamadme con mi grito de batalla: ¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!, tres veces y vendré presto con mis Hermanos a socorreros.
No tengáis miedo porque el temor no viene de Dios, rechazad inmediatamente todo dardo incendiario que el maligno os envíe a vuestra mente, no dejéis que os penetre para que no se fortalezca y os haga caer en la tentación. Pueblo Amado de Dios, permaneced firmes en la fe, orantes y vigilantes, acordaos que mientras más os acerquéis al Altísimo, haciendo su voluntad, más ataques y tentaciones del maligno vais a tener; nuevamente os digo, si estáis aferrados a Dios a través de la oración, el ayuno y la penitencia, el enemigo de vuestra alma no podrá haceros caer en sus engaños y ataques espirituales. Ya estáis Pueblo de Dios en los días de batalla espiritual; velad y orad para que no caigáis en tentación; mortificad vuestros sentidos y vuestra carne, acordaos que sois frágiles y débiles y sin la ayuda del cielo os perderéis.
Permaneced alertas y vigilantes, como soldados de la Milicia terrenal que sois; no bajéis la guardia con la oración, porque el enemigo de vuestra alma y sus espíritus del mal, os asechan a todo instante; leed la Santa Palabra de Dios y grabadla en vuestra mente y en vuestro corazón, porque ella, es Espada del Espíritu, que os defenderá de los ataques y dardos incendiarios del maligno.
Os recuerdo Hermanos, que el enemigo de vuestra alma, os atacará por donde más débiles estéis; especialmente os atacará por la carne, los sentidos y la fe; busca engañaros y crearos la duda, para que perdáis la confianza en Dios y en sí mismos. Por eso Hermanos, debéis de cerrar toda puerta espiritual abierta con la oración, la confesión, el ayuno y la penitencia, fortaleciéndoos con la comunión diaria y meditando la Santa Palabra de Dios.
Simiente de mi Padre, las buenas obras y la limosna, dada con amor a vuestro prójimo y ofrecida a Dios por vuestros pecados, también os sirven para fortaleceros en la lucha espiritual. Atended pues Pueblo de Dios, estas instrucciones que os damos, para que las pongáis en práctica y así salgáis victoriosos en la batalla espiritual de cada día.
Quedad en la Paz del Altísimo, Amado Pueblo de Dios Vuestros Hermanos y Servidores, Miguel Arcángel y los Arcángeles y Ángeles de la Milicia Celestial.
Dad Hermanos a conocer nuestros mensajes, a toda la humanidad
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