18 de Abril del 2020
Sábado de la Octava de Pascua
Nuevamente veo una gran llama que he llegado a reconocer como el
Corazón de Dios Padre. Dice: “En cada tribulación, Yo tengo la
esperanza de que las almas se acerquen más a Mí. Lo que quiero es que
las almas reconozcan que dependen de Mí y que acudan a Mí como un niño
acude a su padre en momentos difíciles. No hay ningún aspecto de la
cruz que ustedes sufran que Yo desconozca.”
“Su más mínima preocupación o dolor es de Mi interés. Yo quiero que
el amor paternal que tengo en Mi Corazón por ustedes me sea
correspondido al doble en medio de cada tribulación. Aprendan a ver sus
tribulaciones como oportunidades para amarme más; para depender más de
Mi amor por ustedes. Yo puedo intervenir en sus vidas de formas
inesperadas. Para creer en esto se requiere una confianza amorosa. Si
ustedes acuden a Mí como su Padre amoroso, Yo puedo provocar alegría del
dolor y esperanza de la desesperación.”
Lean Salmo 16:5-11
El Señor es la parte de mi herencia y mi
cáliz, ¡tú decides mi suerte! Me ha tocado un lugar de delicias, estoy
contento con mi herencia. Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de
noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él
está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra, se
regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me
entregarás a la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. Me
harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
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