Hijos Míos,
¿por qué os desanimáis cada vez que las cosas no os salen como quisierais? Yo
tengo que ayudaros a crecer en santidad, pero vosotros no soportáis ni un día
malo de oscuridad o tribulación, Yo, Jesús, os hablo.
Si
leyerais la vida de los santos comprenderíais lo mucho que padecieron para
alcanzar el escalón al que llegaron. A base de golpes de cincel Yo los iba
modelando a Mi gusto y haciéndolos heroicos en sus tribulaciones y sufrimientos.
Y vosotros católicos de hoy no soportáis ni una pequeña contrariedad, en
seguida discutís con los compañeros de trabajo o vuestros cónyuges, en seguida
os ponéis alterados queriendo imponer vuestros criterios sean o no sean
razonables. Pero hijos, ¿no os dais cuenta que estáis de paso en esta vida y
que tenéis que ganaros el Cielo y además darme gloria? ¿No recodáis Mi vida que
fue dura desde el primer momento de Mi nacimiento? Sin embargo, vosotros
os creéis con derecho a todo, con derecho a que os respeten, a que os oigan, a
que os crean, pero vosotros luego no actuáis así y olvidáis los derechos de los
demás. Yo, Jesús, os hablo.
Viene alguien
de Misa y la ha oído con fervor y devoción y Me ha dado gloria, pero llega a
casa y hay una contrariedad y ya empiezan las discusiones y las disparidades de
voces, y estropea todo lo que anteriormente ha hecho. No es que se pierda la
Misa que oyó bien, solo que ya el día no lo santificáis entero, y Yo deseo de
vosotros Mis católicos, Mi rebaño, que desde el principio del día hasta el
final sean todos vuestros instantes santos, y si no os salen las cosas bien, ofrecédmelas
y así a Mí Me servirán, porque es muy grato recibir de vosotros esos ofrecimientos
de situaciones que os duelen y desagradan y así por lo menos Yo los aplicaré a
quienes los necesiten. Yo, Jesús, os hablo.
¿Sabéis
ni siquiera un poco el sufrimiento que Me produjo la traición de Judas? Como Me
vendió por unas pocas monedas que nada le solucionaron. ¿Sabéis ni siquiera un
poco la amargura acérrima que Me produjo su desesperación y suicidio? Poco Me
conocía, porque no supo soportar verse traidor ni tampoco supo creer en Mi misericordia,
él que había comido y bebido Conmigo.
No Me
vendáis vosotros por querer tener razón en cosas en que no os la dan, que por
lo menos eso os sirva para ofrecérmelo, porque es muy fácil ofrecerme un Rosario,
un acto de devoción porque ello os gusta, pero Yo quiero que Me ofrezcáis también
la humillación, la paciencia, la amargura, la tribulación. ¡Enteraos bien
hijos! ofrecedme también cosas que os amargan, porque ellas Yo las aprovecho para
el bien de los pecadores, y a vosotros también os aprovecha en vuestra alma que
la acomodáis a saber mantenerse equilibrada ante Mí tanto en el bienestar como
en la contradicción. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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