Bienaventurados todos
aquellos que cumplen Mi voluntad sin oponer resistencia alguna. Yo, Jesús, os
hablo.
Hijos Míos, ser
santos no es hacer grandes penitencias, o tirarse horas interminables en oración,
que sí, que todo ello es elogiable, pero
una persona que no haga grandes penitencias ni haga largas horas de
oración pero cumpla en cada momento Mi voluntad, esa persona es realmente santa
y llegará muy lejos en la gloria eterna.
Y vosotros pensáis ¿y
cómo se sabe que estoy haciendo la voluntad de Dios? Se sabe por vuestra
conciencia en la que Yo os hablo. Debéis ser honrados y diligentes en vuestros
trabajos, debéis ser honestos en todo, debéis ser rectos en vuestras decisiones
que vayan de acuerdo a Mis preceptos, pero sobre todo, si queréis estar seguros
de que hacéis Mi voluntad, haced las cosas como las haría la Virgen y así
acertaréis siempre.
Esa palabra descortés
que pensáis decir a alguien, calladla y orad por esa persona. Esa injusticia
que os están haciendo en el trabajo o en alguna otra situación, ofrecédmela,
ese dolor que os ha llegado de un malentendido o de un familiar, aceptadlo y ofrecédmelo,
esa enfermedad o accidente que os llena de limitaciones y con los que no
contabais ofrecédmelos y aceptadlos como Mi Santa Madre lo haría, porque Ella
en todo momento cumplió Mi voluntad y en todo momento dio gloria inmensa a la Santísima
Trinidad, tanto que los Ángeles estando aun Ella en la Tierra la veneraban. Yo,
Jesús, os hablo.
Ser santos no es
buscar lo que vosotros deseáis aunque sean cosas costosas que Yo también
aprecio, pero Me gusta más cuando aceptáis lo que la vida os trae de ingrato o
doloroso y Me lo ofrecéis, porque de esta forma aceptáis lo que Yo permito para
que crezcáis en santidad y os hagáis fuertes en la fe. Eso no quiere decir que no os defendáis de
las injusticias que os hagan, sino que las aceptéis, las ofrezcáis y Me las
encomendéis, porque Yo que Soy bondad trataré de ayudaros en todo si a vosotros
no os vence la ira ni la soberbia, ni mucho menos el amor propio que es tan mal
consejero. Y si después de defenderos de alguna injusticia ésta no os sale
bien, aceptadla igualmente y ofrecédmela de nuevo, porque Yo aprecio y saco
mucho provecho de las tribulaciones que Me ofrecéis y aceptáis con amor y fe.
Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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