Hijos de Dios,
caminos de santidad son el cumplimiento diario de vuestro deber sea cual sea, y
si además lo hacéis con inmenso amor hacia Dios, entonces os alcanzará una alta
y sublime gloria en el Cielo. Yo, Jesús, os hablo.
Si cada uno cumpliera
como Dios quiere sus deberes en perfección, en honradez, en diligencia, sin fraudes,
sin egoísmos, tratando de no buscar siempre el mejor trabajo para ellos,
entonces el mundo sería una delicia, porque cada uno cumpliría su misión sin ofender
ni herir al compañero ni a nadie. El jefe debe ser jefe, pero debe saber mandar
y debe respetar las limitaciones y condiciones de cada uno, sin abusar de su autoridad
ni sobrepasarse en sus órdenes. El siervo debe ser siervo, obedeciendo entienda
o no entienda, pero cumpliendo con diligencia y profesionalidad su cometido.
No murmuréis unos de
otros que dais mucho a la lengua y es reprochable. No Me gusta que os critiquéis
y, si veis en el trabajo a alguien que comete fallos hacérselos ver con caridad
y bondad y no lo humilléis hasta el punto de que se avergüence.
Todos cometéis
fallos, muchos solo están ante Mi vista, ¡si supierais hasta donde llegan
algunos fallos! Vosotros exigís la perfección a los demás pero sois muy
solidarios con vosotros que os exculpáis de todo lo malo que hacéis. Yo, Jesús,
os hablo.
Sed ejemplares en todos
los lugares donde vayáis, lo mismo en la Parroquia que en el trabajo, lo mismo
en la familia que en las asociaciones a las que pertenezcáis. Sed personas que
nunca puedan hablar mal de vosotros porque os vean cumplir de buena voluntad y
con verdadero esfuerzo vuestro cometido. Es fácil que seáis buenos en vuestras
familias ya que os mueve el amor que tenéis hacia ellos, pero luego no sois lo
mismo en la vecindad o en los trabajos, donde siempre estáis tratando de
encontrar fallos ajenos, para divulgarlos a los demás y poner en evidencia la
profesionalidad o buena reputación de aquellas personas a quienes les encontráis
los fallos. Y si esto es para los seglares que vivís en el mundo, mucho más
vale para los monasterios, conventos o seminarios donde vuestro ejemplo debe
ser un deber excepcional por dedicaros a la vida consagrada. Yo, Jesús, os
hablo y os instruyo.
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