Benditos seáis hijos
de Dios. Soy vuestra Madre María Inmaculada, y hoy Me dirijo a vosotros para
pediros que vivíais los días que quedan de Cuaresma con el mayor fervor y
disciplina posible. Yo, María Inmaculada, os hablo.
Hijos, Mi divino Hijo
necesita mucha oración y muchas penitencias, de corazones en estado de gracia
para poder reconvertir a muchos pecadores. Unid vuestras pruebas o sufrimientos
a la Cruz de Mi santo y divino Hijo, que El obrará en vosotros con todo Su amor
para ayudar a muchas almas, muchas de ellas de vuestros familiares. Sé que
muchos sufrís de ver a vuestros hijos o cónyuges alejados de Dios y paganizando
la Cuaresma y la Semana Santa, pero hijos, aunque vosotros no lo veáis, la oración
y el sacrificio tienen ante Mi divino Hijo mucha fuerza y El no deja que se
pierda ni una sola lágrima de vuestro dolor, ni una sola oración hecha en las
debidas disposiciones. Yo, María Inmaculada, os hablo.
Rezad el Santo Rosario
con fervor y reverencia, no lo hagáis con prisas ni sin saber lo que decís. Sed
fervorosos hijos, rezad como Yo lo haría, no seáis personas atolondradas que
todo lo hacen a lo loco y se creen que tienen así ya cumplido su compromiso. A nadie
le gusta que le ofrezcan cosas feas o en mal estado, al Cielo tampoco le gusta
que vuestras oraciones sean rápidas y torpes porque tengáis prisa de ver pronto
la televisión o de salir de la Iglesia a tomaros una cerveza. No critico esto,
llamo la atención a que lo que le ofrezcáis a Dios sea hecho con la mayor reverencia
posible, pues pensad que os dirigís a la máxima autoridad, y ésta autoridad, es
divina. Así que hijos, rezad con delicadeza, sensibilidad, fervor y sobre todo
en estado de gracia. Procurad vivir sin pecado, pero si caéis, ahí tenéis el sacramento
de la Penitencia. Y si un alma en pecado mortal se dirige al Cielo y lo hace
con verdadera humildad, el Cielo lo escucha y lo acoge, recordad la parábola del
publicano y del fariseo. (Lc 18, 9-14) Yo, María Inmaculada, os hablo.
Mi hijo desea que os acerquéis
a Él en estos días en que se conmemora la Pasión y la Redención. El sufrimiento
que el pasó perdura por los siglos y los siglos, porque todo es presente ante
El, y si os acercáis y le dais adoración, respeto y reverencia, Él se siente consolado.
Pero sed humildes al dirigiros a Él, porque si os acercáis en soberbia, no solo
no le consoláis sino que aún le laceráis más.
Aquí estoy hijos Míos
para daros Mi ayuda, Yo intercedo a menudo por vosotros y no desoigo ninguna de
vuestras súplicas, aunque parezca que no las escucho no es así. Quien se acerca
a Mí y Me reza Yo no lo desoigo, pero el Cielo tiene su tiempo que no es precisamente
el vuestro. Yo, María Inmaculada, os hablo y os instruyo. La paz de Dios esté
siempre con todos vosotros.
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