Hijos de Dios, el mal
se está propagando con una rapidez considerable y vosotros vivís tan tranquilos
sin preocuparos en absoluto de esta situación. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Diréis que es lo que podéis
hacer para evitarlo. Pues bien, vosotros no podéis evitar el mal por las
dimensiones que ya tiene, pero sí podéis disminuirlo con oraciones, sacrificios
y sobretodo ayunos de toda clase de cosas, incluido el Internet y los medios de
comunicación. Aceptando vuestras cruces y ofreciéndolas por esta intención.
Rezando el Santo Rosario; oyendo la Santa Misa con devoción y fe; practicando
los Sacramentos y siendo dulces y amables con los de vuestro entorno, en
especial con vuestros familiares. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Males
morales y físicos
los ha habido desde siempre porque ellos son consecuencias del pecado
original,
pero si vosotros no hacéis lo que os acabo de decir para reducirlo,
encima favorecéis esta situación con vuestros pecados y vuestra poca
tolerancia hacia los demás. Satanás se cree
que está venciendo pero no es así, sólo Dios sabe la realidad exacta de
las
cosas y el Maligno no puede vencer porque él es muerte eterna y la
muerte no
puede vencer. Gana terreno por vuestra negligencia en los deberes
cotidianos, no
se os pide cosas extraordinarias, solo que cumpláis bien con vuestros
deberes y
los impregnéis de amor a Dios, ofreciendo cada día al levantaros lo que
ese día
os depare por las intenciones del Altísimo y de la Santísima Virgen.
Sed magnánimos en dar
a Dios. Todo ofrecido con amor y con fidelidad le sirve y lo aplica a esta Humanidad
perversa y desviada de las leyes divinas y para el beneficio y salvación de las
almas. Ofreced vuestros sufrimientos tanto físicos como morales unidos a los de
Cristo y su Santa Madre, y así, ayudareis a muchas almas, porque Dios es amor y
todo lo emplea para el bien de la Humanidad. Por tanto, no os relajéis, sed
apóstoles en vuestro entorno y en el anonimato de vuestra vida, solo bajo la
mirada de Dios, y sin ni siquiera bajo vuestra mirada, que ni vosotros sepáis
el alcance de vuestras oraciones, sacrificios y sufrimientos, para que la
vanidad no pueda mancillar lo que ofreceréis a Dios. Yo, Espíritu de Dios, os
hablo y os instruyo.
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