MENSAJE
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
“Queridos hijos, hoy una vez más invito a todos a la oración, al amor a Dios.
En estos tiempos en que el amor a Dios termina de desaparecer en los corazones, en estos tiempos en que la iglesia sumerge en la tiniebla más profunda de la apostasía, de la confusión y de la pérdida de la verdadera fe, en este tiempo en que el amor a Dios, a Mi Hijo Jesús y a Mí termina por enfriar en los corazones de los hombres, Yo vengo nuevamente llamar a todos ustedes al verdadero amor.
Sean llamas incesantes de amor, viviendo de amor, viviendo para amar al Señor, para amar a esta su Madre, a esta Madre de ustedes con todo el corazón, llevando la luz de Nuestros Corazones a todos Nuestros hijos que aún no conocen Nuestro Amor.
Sean llamas incesantes de amor, viviendo continuamente en la amistad, en la unión con Dios por una vida íntima de profunda oración, meditación y amor a Él.
Sean llamas ardientes de amor, viviendo aquí en la tierra como si ustedes no fuesen de la tierra y no apegándose a nada que hay aquí, pero viviendo con los ojos únicamente fijos en el Cielo.
Ahora quiero completar los planes de amor que comencé en Aparecida, París, La Salette, Lourdes y Fátima. Por eso quiero una respuesta de amor total de ustedes, definitiva. Quiero una renuncia completa a las cosas mundanas y de ustedes mismos. Quiero una conversión sincera. Quiero una vida de oración verdadera. Quiero un amor abrasado en todo lo que ustedes hicieren y muchas obras de amor a Dios. Quiero una vida totalmente vuelta para Dios, para el Cielo, de todos ustedes.
Así Yo podré imprimir en el alma de ustedes Mi materna señal delante del cual la estrella del abismo retrocederá impotente. Y entonces, finalmente podré precipitar Mi eterno enemigo en las llamas eternas de donde no más saldrá y el mundo será liberado de su yugo satánico, su imperio infernal caerá.
En este mes de noviembre deseo que ustedes mediten mucho en el Cielo y que ustedes deseen el Cielo sobre todas las cosas y con todas las fuerzas del corazón de ustedes.
Meditando en el Cielo, ustedes verán que verdaderamente es estúpido, tonto y locura apegarse a las cosas de la tierra que pasarán con la muerte y lo cuanto esta vida es corta en comparación con aquella del Cielo que dura para siempre.
Quiero que mediten en el Cielo, piensen en el Cielo y deseen el Cielo con todas las fuerzas de ustedes. En los cenáculos hablen del Cielo, muestren el Cielo a Mis hijos de acuerdo con la visión que Mis videntes dieron de él. Para que así, todos Mis hijos puedan desapegarse de las cosas mundanas y buscar tan solamente la santidad para tornarse dignos de entrar en el Cielo.
Continúen rezando Mi Rosario todos los días, porque a través de ello, cada vez más haré sus corazones arder con Mi Llama de Amor.
Yo bendigo a todos y bendigo especialmente a ti Marcos, el más obediente, sacrificado y abnegado de Mis hijos.
Tú que tantas veces te olvidaste de ti mismo por amor a Mí y por amor a las almas. Que abrazaste una vida de pobreza, hasta incluso miseria, sufrimiento, sacrificio, para continuar aquí firme en Mi servicio, fiel a Mi Amor, impertérrito en tu trabajo de anunciar al mundo Mis Mensajes, aguantando firme todo el sufrimiento para mantener este Mi Santuario de pie, para que Mis hijos viniesen aquí y sean ayudados, bendecidos, agraciados y salvos por Mí.
Tú que aguantaste todo esto para hacer llegar a ellos Mi Mensaje de amor, Mi Amor, Mi Llama de Amor, Mi Amor Materno que salva. Quédate sabiendo hijo Mío que soy reconocida y grata por todo esto y cuanto más tú sufres por Mí, más Yo te amo.
Quédate también sabiendo que Mi hijo fray Joaquín del Monte Carmelo tuvo muchas visiones Mías allá donde hoy es la Capilla de Mi hijo en la Basílica vieja. Sí, Mi imagen milagrosa quedó allí mientras el altar era terminado, quedó allí por un tiempo.
Y allí donde él rezaba delante de Mí, él tuvo muchas apariciones y visiones Mías. Y en esas visiones Yo te mostré a él, mostré Mi futuro hijo predilecto, ardoroso apóstol, obedientísimo siervo Mío, que trabajaría muchísimo para tornarme conocida y amada, e instaurar Mi Reino en las almas, en los corazones y en el Brasil. Y él se alegró mucho al conocerte y dedicó las oraciones de toda la vida de él a ti.
Quédate sabiendo eso hijo Mío y agradece al Señor que siempre fue tan misericordioso, amoroso y generoso contigo, dándote la gracia de ver y hablar conmigo, la Madre de Dios y tu Madre también, y tantas otras gracias y dones.
Y no solamente allí en aquella Capilla, pero también en el púlpito superior derecho, allí también él tuvo muchas visiones Mías y en ellas Yo te mostré a él. Por eso recurre siempre a la intercesión de él que ahora en el Cielo junto de Mí y de Mi Hijo puede tanto, puede ayudarte tanto.
Y sé muy feliz porque si te falta el apoyo y la ayuda de los hombres, nunca te faltará la de los Ángeles, de los Santos, de los Bienaventurados, la Mía y la del Señor. Yo te bendigo mucho y bendigo también a ti Mi amadísimo hijo Carlos Tadeo, Mi siervo dedicado a quién amo con todo Mi Corazón.
En este mes de noviembre aparte del Cielo, quiero que tú hables a Mis hijos resumidamente de la vida de Mi San Job, para que Mis hijos de Bahía también aprendan el verdadero amor filial que el Señor desea de todos Sus hijos.
Y así la fe de ellos crezca y se torne firme, inquebrantable como la roca, como la de San Job y así, Mis hijos puedan dar a Dios el amor filial abrasado y fiel que el Señor tanto procura y no encuentra en la tierra.
A ti Mi hijito amadísimo a quien aprieto con amor en Mi Corazón y que tengo siempre debajo de Mi Manto, sobre Mis manos, Yo te bendigo con amor ahora: de LOURDES… de FÁTIMA… de APARECIDA… y de JACAREÍ.
Bendigo a todos ustedes Mis hijos. Queden en la paz del Señor.”
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