Hijos de Mi Inmaculado Corazón, Soy María Santísima quien
os habla y lo hago como siempre movida por el inmenso amor que os tengo. Yo, María
Santísima, os hablo.
Pero una madre también tiene que amonestar a sus
hijos, sino no cumpliría bien su papel de madre. Por eso hijos, os digo, que perdéis
muchas, muchas gracias con vuestras infidelidades a Dios, esto también va para
los sacerdotes. Él constantemente, como una fuente que fluye, no deja de daros
gracias para todo, para vuestra vida del alma, para vuestra vida corporal, para
que pospongáis vuestras infidelidades, pero vosotros las menospreciáis y no las
aprovecháis, porque tenéis constantemente la mente ocupada por las cosas del mundo
y no por las del Cielo. Muchos decís que Me amáis, pero vuestro amor es muy
parco y mediocre. Debéis de esforzaros más en imitarme en todo momento, cuando
en casa algún miembro de vuestra familia os humillan, cuando en el trabajo
alguien quiere abusar de vosotros dándoos ocupaciones que no os corresponden,
cuando en las Parroquias los feligreses os abruman porque desean llevar ellos
las riendas, imponer los horarios y las normas a seguir (esto va para los
sacerdotes), así que hijos, Me tenéis por todos estos motivos y otros muy apenada.
Yo, María Santísima, os hablo.
Si en vuestros hogares se rompiera una garrafa de
aceite y no lo pudierais recoger, os sentiríais afligidos porque el aceite es valioso
y debe aprovecharse. Pues si os afligís por una garrafa de aceite que al fin y
al cabo la podéis recuperar comprando otra, imaginaos que dolor es perder las gracias
que Dios os da y por las que Yo intercedo, porque esas gracias que no aprovecháis,
esas gracias ya no las volveréis a recuperar, si en el instante que la recibís
no las aprovecháis.
Sé que algunos os preguntáis cuáles son esas gracias,
pues por ejemplo, cuando os dicen id a confesad y no vais, cuando alguien os
humilla y os indignáis y enfadáis con esa persona, cuando podéis hacer una
visita al Santísimo y no lo hacéis, porque todas esas cosas hechas con amor suelen
ser inspiradas por el Espíritu Santo que os guía santamente por las sendas de
la eternidad.
Sois pecadores y rechazáis las gracias sin ningún
remordimiento, sin reflexionar y, os hace tanto mal en el alma como a un
enfermo le haría en el cuerpo si rechazase las medicinas que el especialista le
receta. Hijos, sed más conscientes de lo que perdéis. Estáis en esta vida para
santificaros y ganaros el Cielo. La santidad es eso, hacer en cada momento la voluntad
de Dios, aunque sea en cosas pequeñas, porque una a una se va entretejiendo la
corona de méritos que llevareis en la Vida Eterna. Yo, María Santísima, os
hablo y como Madre os aconsejo. Venid hijos a Mí hoy que es el día de Mi
advocación de Virgen de la Capilla.
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