2 de junio del 2018
“Queridos
hijos, os invito a que acojáis mis palabras con sencillez de corazón,
que como Madre os digo para que emprendáis el camino de la luz plena, de
la pureza, del amor único de mi Hijo, hombre y Dios. Una alegría, una
luz que no se puede describir con palabras humanas, penetrará en vuestra
alma y os envolverá la paz y el amor de mi Hijo. Es lo que deseo para
todos mis hijos. Por eso vosotros, apóstoles de mi amor, vosotros que
sabéis amar, vosotros que sabéis perdonar, vosotros que no juzgáis,
vosotros a los que yo exhorto: sed ejemplo para todos aquellos que no
van por el camino de la luz y del amor, o que se han desviado de él. Con
vuestra vida mostradles la verdad. Mostradles el amor, porque el amor
supera todas las dificultades, y todos mis hijos tienen sed de amor.
Vuestra unión en el amor es un regalo para mi Hijo y para mí. Pero,
hijos míos, recordad que amar significa desear el bien a vuestro prójimo
y desear la conversión de su alma. Pero, mientras os miro reunidos en
torno a mí, mi Corazón está triste, porque veo muy poco el amor
fraterno, el amor misericordioso. Hijos míos, la Eucaristía, mi Hijo
vivo en medio vuestro y sus palabras, os ayudarán a comprender, porque
Su Palabra es vida, Su Palabra hace que el alma respire, Su Palabra hace
conocer el amor. Queridos hijos nuevamente os pido como Madre que desea
el bien de sus hijos: amad a vuestros pastores, orad por ellos. ¡Os doy
las gracias! ”
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