Hijos Míos, estáis conmemorando
en estos días los misterios más grandes y sagrados de toda Mi vida, porque la Pasión
es algo que nunca llegaréis a comprender en toda su inmensidad lo que fue para
vosotros. Yo, Jesús, os hablo.
El Cielo estaba
cerrado para vosotros, incluso para los justos que esperaban su liberación. Pero Mi Pasión, Mi Redención os
abrió las puertas del Cielo para daros la oportunidad de alcanzarlo con vuestra
virtud y sacrificios. Sed pues agradecidos y bebed de este misterio que es Mi
Pasión, meditando tanto dolor, humillación
y sufrimientos que padecí, y junto a Mí, el sufrimiento acérrimo de Mi querida Madre que paso a paso lo
padeció todo al igual que Yo aunque místicamente. Yo, Jesús, os hablo.
Ofreced a Mi Padre
Eterno los méritos de Mi Pasión y reparad con ella tanto mal y tanta perversión
como hay en el mundo. Nada le puede agradar más a Mi Eterno Padre que le ofrezcáis
Mis sufrimientos, porque eso es señal de que sabéis valorar -aunque sea limitadamente-
lo mucho que significaron para Él y para vosotros.
Meditad paso por paso
cada momento de Mi Pasión. Las horas amargas de Getsemaní, la coronación de
espinas, la flagelación, Mi presencia ante Pilato, el camino hacia el Calvario
con la Cruz a cuestas, la crucifixión. Meditando
adecuadamente todos estos misterios tendréis la mejor catequesis que se os
pueda dar, porque será Mi Santo Espíritu quien os ilumine para comprender y
sensibilizaros ante tanta ignominia. Yo, Jesús, os hablo.
Vosotros muchas veces
no sabéis que rezar o que ofrecerme. Ofrecedme Mi propia Pasión y configuraos
con ella. Cuando tengáis una tribulación por pequeña que sea unidla a Mis
sufrimientos, a Mi Sacrificio Redentor y así revalorizareis vuestros sacrificios
y tribulaciones por pequeñas que sean. Santificad esta semana que es Santa como
muy bien vosotros la llamáis, pero no la corrompáis embriagándoos o comiendo exageradamente.
Sed parcos en estos días en que Yo no perdoné ni un solo instante de
sufrimiento y todo lo hice por vosotros, para la remisión de vuestros pecados. Vividla como la vivió Mi Santa Madre los años
que prosiguieron a Mi muerte y resurrección y como la han vivido los verdaderos
santos. Yo, Jesús, os hablo y os instruyo.
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